La mañana amaneció nublada y un poco lluviosa, pero no fué impedimento para salir en busca de nuestro objetivo: La frontera entre Asia y Europa.Se trata de ir en busca de un obelisco que marca la frontera entre la dos placas tectónicas continentales. El obelisco original está a 40 km de la ciudad. Luego hay otra, mas cercana a unos 17 km, que es la más llamativa y la que suele aparecer en las fotos.
Nosotros nos fuimos a la estacion de autobuses, tras una infructuosa y agotadora búsqueda de una cafetería para desayunar. No sé como hacen los rusos para desayunar, pero nos dimos por vencidos y nos tuvimos que conformar con picar algo en uno de esos puestecillos de perritos calientes, en los que te servian "Hojaldres sorpresa", que eran Tortas de manteca rellenas de carne de asadura, chicharrones, ensalada o
incluso mermelada. Es lógico que sin ni idea de ruso y señalando siempre a dedo por sus diversas formas, nos encontráramos los saborés más inoportunos.Total, que tras pillar el billete, acordamos con el conductor que pararía a la altura del obelisco y dejarnos a nuestras anchas. Pasamos al lado del obelisco famoso, pero no paramos y nos fuimos al lejano. Este nos decepcionó por el aspecto clásico, modesto y un tanto simplon, así que es probable que por eso hayan contruido otro con un aspecto más creativo. Tras la foto de rigor, y prácticamente en medio de la carretera, nos pusimos a "hacer dedo" hasta que llegó otro autobus que nos llevó de vuelta a la ciudad.
Luego nos pasamos por el Museo de Trenes. Más insípido de lo que nos esperábamos, pero con unas maquetas extraordinarias.Entre pizzas y paseos por el centro, nos pegamos todo un peregrinaje intentando buscar un punto de internet y que tras 4 horas seguidas andando nos dimos por vencido.
De vuelta al hostel, recoger mochilas y coger Trolebus a la estación de tren. Nuestro próximo tren, sale a las 1:30 (Hora de Moscú) con destino a Kazan.
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